Cuando me dijeron que podía escribir mis artículos en español me alegré demasiado. Estaba feliz de poder compartir mi trabajo con más gente de mi lugar de origen. Al estar pensando en qué podría compartirle a la gente de mi comunidad decidí caminar al centro de Waterville para obtener un poco más de ideas.
Abrí la ventana y el viento era frío así que decidí ponerme una chamarra negra con gorrito que decía al frente “Love For All”. Caminé a la parada de autobús. Subí y en el camino observé cómo los autos paraban en las intersecciones y otros avanzaban bajo las luces verdes de los semáforos. Cuando llegué caminé directamente a hacia el famoso 2 Cent Bridge que conecta Waterville con Winslow. El puente colgante sobre el río Kennebec me llevó a una colina cuesta arriba en la que un árbol se paraba fuerte cobijando una linda banca. Me senté ahí arriba y una hormiga por mi mano empezó a caminar. Era una de esas hormigas grandes, rojas y chonchas de mordedura fuerte y picazón abundante. Bella hormiga roja. Sin pánico puse a la hormiga gorda en el suelo y me puse a contemplar sus movimientos. La hormiga siguió su camino y encontró a su grupo. Rápido se incorporó en una línea de hormigas rojas donde me imagino se dirigía de vuelta a su hormiguero a contarle a sus amigas que pudo tocar un humano. Jajaja, es broma. Pero realmente ahí me di cuenta de lo que les quiero hablar.
Esa hormiga me hizo viajar en el tiempo al pasado cuando estudiaba mi tercer año de High School en la ciudad de Hidalgo, Tx. Cada mañana cruzaba el puente internacional que conectaba a mi ciudad Reynosa, Tamaulipas, México con esta ciudad texana en la que mi antigua escuela se encuentra. Siempre me despertaba a las 5 de la mañana para hacer fila y cruzar al país Americano aunque entraba a las 8. Hacía siempre un esfuerzo enorme por llegar temprano al puente ya que las filas para cruzar a Estados Unidos son larguísimas si no tienes un SENTRI! Por eso mismo llegaba al puente a las 6am en caso de que muchos carros estuvieran formados, aunque en algunas ocasiones no había nada de gente. Era entonces cuando llegaba a mi escuela una hora o dos horas antes de que empezaran las clases. Para matar el tiempo iba a pararme bajo un árbol a observar a las hormigas que desde temprano empezaban a recolectar recursos para su hormiguero. Su ruta de transporte para desplazar sus motines les forzaba cruzar un caminito de pavimento que dividía dos pedazos de pasto, uno donde estaba el árbol y otro donde estaban unas lavandas. Las hormigas cruzaban y cruzaban cada mañana y siempre que llegaba ellas ya tenían su ruta bien marcada pues llevaban trabajando por mucho tiempo. Igual que yo que llevaba despierto mucho tiempo para poder cruzar el puente internacional y llegar temprano a la escuela a verlas caminar cada mañana. Ahí me di cuenta de lo identificado que me sentí con las hormigas que desde temprano trabajan para lograr sus objetivos.
Después de liberar ese recuerdo de mi reciente juventud me recliné en la banca, miré hacia arriba y solté una sonrisa al ver el árbol sobre mí. Una vez más estaba bajo un árbol observando a las hormigas caminar por su destino. Sentado en la banca miré al horizonte desde arriba de la colina y vi los carros cruzarse unos con otros en las avenidas, siguiendo su ruta, llegando a los lugares. Vi a la gente viviendo su día, haciendo sus horas para cobrar cada dos semanas y gente cruzando el puente de los 2 Centavos. De la casa a la escuela. De México a EU. Del árbol a las lavandas. Una vez más, benditas hormigas, en todos lados están. No me queda nada más que decirles que lo piensen dos veces antes de pisar una inocente hormiguita roja ya que no conoces la misión detrás de su trabajo y su caminar. Recuerda: Love For All.